Cuando cultivamos la humildad en nuestra vida, nos abrimos a la gracia de Dios y experimentamos su amor puro.
Solo los humildes pueden saber lo que es la grandeza, todo el mundo tiene que empezar por ser humilde.
Quien tiene verdadera humildad, no tiene que manifestarla en palabras, sino en sus actos.
La verdadera humildad consiste en ser consciente de nuestra propia insignificancia y de la grandeza de Dios.
Las virtudes son el camino a la perfección, y la humildad es la puerta que nos lleva a ella.
Siempre agradezco a Dios todas las bendiciones que me ha dado, reconociendo mi propia humildad.
Quien es humilde reconoce las propias limitaciones y sabe pedir ayuda cuando la necesita.
Cuanto más humildes seremos, menos nos importará lo que los demás digan o piensen de nosotros.
No hay nada más humilde que reconocer nuestras propias limitaciones.
Cuando una persona es humilde, se transforma en una fuente inagotable de amor y compasión.
Sin humildad, no hay ninguna otra virtud que nos ayude, es la clave de todo.
Las personas humildes son las más fuertes, las más felices y las más amadas, ellas saben de la importancia de la vida y de las cosas pequeñas.
Las personas humildes son las más ricas en el mundo, porque tienen felicidad y amor en su corazón.
Aquel que es humilde y valiente, poseerá la verdadera grandeza.
Si hubiera sabido que la humildad iba a ser tan valiosa, la habría buscado mucho antes.
Sólo aquel que es humilde puede aprender y avanzar en la vida.
Las personas humildes son las más queridas de todas, pues ellas poseen una belleza interior que irradia a través de todos sus actos.
No hay camino más alto que la humildad, quienes buscan solo la gloria, nunca llegan a la cima.
Cuando una persona es humilde, reconoce sus errores y no se atribuye cosas que no son suyas.
Quien es humilde tiene todo, y quien tiene todo, no es humilde.
No es humilde el que se niega a reconocer sus propios méritos, sino el que, a pesar de ellos, permanece sencillo y modesto.
La humildad no consiste en disimular nuestros logros, sino en reconocer que todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios.
Uno de los mayores regalos que se pueden dar a sí mismos y a los demás es la humildad.
No hay nada más grande que la humildad, sólo la humildad nos permite ser verdaderamente felices.
Hay una belleza especial en la humildad, es una belleza que viene de la sencillez y de la honestidad.
Cuando eres humilde, no tienes que fingir ser algo que no eres, puedes mostrar tu verdadero yo y estar orgulloso de ello.
Si no fuera por la humildad, las personas brillarían con una luz propia, pero perderían la perspectiva de todo lo demás.
El orgullo nos hace pensar que todo lo sabemos, y la humildad nos hace admitir nuestras limitaciones.
Si buscas la humildad, la verás en el rostro de quien no tiene nada que presumir.
Igual que la cerveza sin alcohol se llama cerveza, la humildad sin orgullo se llama humildad.
Un corazón humilde es una imagen perfecta de Dios, el que tiene humildad, tiene todo.
Uno de los mayores privilegios de la humildad es que nos permite reconocer la grandeza en otros.
No busco lo que merezco, busco lo que necesito.; no busco el elogio, busco el perdón; no busco la victoria, busco la paz, porque soy humilde y sé que no soy perfecto.
Buscar la humildad en todo lo que hacemos nos lleva a un mejor entendimiento de la vida y nos hace más felices.